Comencé a capturar momentos de soledad y vulnerabilidad, transformando cada sesión en un espacio de sanación. Siempre he sentido la vida intensamente, y después de mi depresión, entendí que el arte podía ser mi refugio. Mis autorretratos se convirtieron en un ritual para conectar con partes de mí que eran difíciles de enfrentar, revelando algo crudo pero hermoso.
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Lo que empezó como una práctica terapéutica se transformó en mi filosofía artística: creo en el poder del arte para ofrecer esperanza y acompañamiento, invitando a otros a reflexionar sobre sus propias luchas. Veo mi trabajo como una forma de auto-sanación y una oportunidad para crear mundos posibles.

Sin darme cuenta, mi fotografía me ha llevado a recibir premios y a ser publicada en diversos medios. Tras años de trabajo en solitario, decidí compartir mi arte, construyendo puentes y ayudando a que las ideas de otros cobren vida a través de la magia de la imagen.